lunes, 3 de junio de 2013

Hay un país en el mundo


En este día de celebración y homenaje al “Poeta Nacional” Pedro Mir llegan a mi memoria esos días de ensayos hasta bien tarde en la noche, en que junto a mis hermanos y sobrinos preparábamos el recital de su poema Hay un país en el mundo (poema que ha terminado siendo declamación obligatoria en todas las celebraciones de familia). Me siento más que regocijada, al recordar en el centenario de nacimiento de Don Pedro, cómo a través de sus versos tuve mis primeros  encuentros con la poesía.

Versos y versos que retumban en mi alma, como aquellos que muestran la triste cara de este País en el mundo.

“Sencillamente
Frutal. Fluvial. Y material. Y sin embargo
sencillamente tórrido y pateado
como una adolescente en las caderas.
Sencillamente triste y oprimido.
Sinceramente agreste y despoblado”


O aquellos, en donde el poeta da un grito de horror ante la realidad de la vida campesina sin tierra, sin tumba, sin pan, sin nada.


“Decid al viento los apellidos
de los ladrones y las cavernas
y abrid los ojos donde un desastre
los campesinos no tienen tierra.
El aire brusco de un breve puño
que se detiene junto a una piedra
abre una herida donde unos ojos
los campesinos no tienen tierra”.



O esta canción a la vida en los ingenios, quizás referida a esos ingenios petromacorisanos que conoció el poeta en su niñez.


“…y el camino y sus dos cicatrices
son del ingenio

y los brazos del hombre más simple
son del ingenio


y la furia y el odio sin límites
son del ingenio

y las leyes calladas y tristes
son del ingenio

y las culpas que no se redimen
son del ingenio”

También el poeta me recuerda versos de esperanzas. Quiere paz, quiere palabras que le salven. Quiere olvido, olvido que a lo mejor le será negado, porque sus versos siguen iluminando el camino de muchos/as dominicanos/as;  y porque el País en el mundo, todavía necesita de hombres y mujeres valientes que alcen su voz (como él)  ante toda una variedad de dolores y mentiras. 


“Y esta es mi última palabra.
Quiero
oírla. Quiero verla en cada puerta
de religión, donde una mano abierta
solicita un milagro del estero.
Quiero ver su amargura necesaria
donde el hombre y la res y el surco duermen
y adelgazan los sueños en el germen
de quietud que eterniza la plegaria.

Donde un ángel respira.
Donde arde
una súplica pálida y secreta
y siguiendo el carril de la carreta
un boyero se extingue con la tarde.
Después

No quiero más que paz.
Un nido
 de constructiva paz en cada palma
Y quizás a propósito del alma
el enjambre de besos
y el olvido.”


En esta página puedes leer el poema completo:
http://www.latinartmuseum.com/busqueda.htm




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