Paisaje con un merengue de fondo
Poema de Franklin Mieses Burgos
Por dentro de tu noche
solitaria de un llanto de cuatrocientos años; por dentro de tu noche caída entre estas islas como un cielo terrible sembrado de huracanes; entre la caña amarga y el negro que no siembra porque no son tan largos los cabellos del agua; inmediato a la sombra caoba de tu carne: tamarindo crecido entre limones agrios; casi junto a tu risa de corazón de coco; frente a la vieja herida violeta de tus labios por donde gota a gota como un oscuro río desangran tus palabras, lo mismo que dos tensos bejucos enroscados bailemos un merengue: un furioso merengue que nunca más se acabe. -¿Que somos indolentes? ¿Que no apreciamos nada? ¿Que únicamente amamos la botella de ron, la hamaca en que holgazanes quemamos el andullola del ocio en los cachimbos de barro mal cocidos que nos dio la miseria para nuestro solaz? Puede ser; no lo niego; pero ahora, entre tanto, bailemos un merengue hasta la madrugada, entre ajíes caribes de caricias robadas, cabe cielos ardidos de fuego de aguardiente, bajo una blanca luna, redonda, de cazabe. Que ya me están urgiendo de caminos reales los nísperos canelas de tus propios racimos, y no sé de qué soles tropicales me vienen todas estas violentas viscerales urgencias de querer cimarronas morbideces de sombras. -¿Que hay muchos que aseguran que aquí, entre nosotros, la vida tiene el mismo tamaño de un cuchillo?
¿Que nuestra gran tragedia como país empieza
desde cuando aprendimos a tocar el bongó? ¿Que el acordeón y el güiro han sido los peores consejeros agrarios de nuestros campesinos? Puede ser; no lo niego; pero ahora, entre tanto, bailemos un merengue que nunca más se acabe, bailemos un merengue hasta la madrugada: que un hondo río de llanto tendrá que correr siempre para que no se extinga la sonrisa del mundo.
-¿Que el machete no es sólo en nuestras duras manos
un hierro de labranza para cavar la tierra pequeña de conuco, sino que muchas veces se ha convertido en pluma para escribir la historia? Puede ser, no lo niego; pero ahora, entre tanto, bailemos un merengue que nunca más se acabe, bailemos un merengue hasta la madrugada: que ya no serán sólo tus manos olvidadas dos sonámbulas rutas de futuras vendimias sobre una tierra brava; ahora te daremos otras maternidades fecundas de distintas raíces verticales. -¿Que fuimos y que somos los mismos marrulleros; los mismos reticentes del pasado y de siempre? ¿Que dentro de la escala de los seres humanos hay muchos que suponen que nosotros no vamos más allá del alcance de un plato de sancocho? Puede ser; no lo niego; pero ahora, entre tanto, bailemos un merengue de espaldas a la sombra de tus viejos dolores, más allá de tu noche eterna que no acaba, frente a frente a la herida violeta de tus labios por donde gota a gota como un oscuro río desangran tus palabras. Bailemos un merengue que nunca más se acabe, bailemos un merengue hasta la madrugada: el furioso merengue que ha sido nuestra historia. |
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